Reflexiones desde mi TDAH

Hoy os comparto las reflexiones de mi chico menor. Por sugerencia suya, escribo estas líneas en su nombre. Conste que estoy autorizada a publicarlas.

Recordad que puedo ayudar a familias con niños/chicos con trastornos del desarrollo, básicamente porque el karma me ha convertido en una experta.

 

«Son las 21,45 de la noche. Estoy llegando al hotel en el que estoy alojado, y del que he salido esta mañana a las 8. Me han cerrado los súpers, así que en lugar de poder comprarme los ingredientes necesarios y cenar siguiendo el plan nutricional que me exige el deporte que practico, voy a tener que pedir que me traigan comida basura.

La verdad es que he tenido un día bastante asqueroso, y ya van dos.

Estoy desplazado fuera de casa. Para estar operativo el lunes a primera hora, tuve que viajar el domingo.

Hoy me han agendado intervenciones a 90 minutos de donde estoy ubicado. Esto me perjudica, porque mis objetivos dependen del número diario de intervenciones que hago.

Cuando voy a pedirme la comida, me encuentro con nuevas dificultades. Otra media hora haciendo gestiones para resolverlo.

Bien, ya está. Ahora, mientras espero que llegue la pizza, voy a llamar a “la jefa”. Ella siempre está ahí para apoyarme, ayudarme a resolver los marrones o escucharme. Le pongo la cabeza como un bombo con mis cosas, y aunque sé que está agotada, no sólo me escucha, sino que además me ofrece ayuda y me dice:


“si me necesitas silba, te tengo clavado en el alma, el palizón que te estás dando. Y estoy muy orgullosa de ti, y del temple que has desarrollado en los últimos tiempos”.

Y yo le digo:


“Jefa, ya tienes material para otro artículo de tu blog. Explica cómo has hecho para ayudarme a madurar y convertirme en un tipo que practica deporte, cumple con sus responsabilidades y aguanta la presión como un campeón”.

Esta mini historia, absolutamente real, no tendría demasiado valor ni sería muy original, casi todas las madres son así. Pero yo soy un TDAH agudo, que a los 3 años me intenté escapar de casa descolgándome por el balcón, a los 7 conseguí que me expulsaran de un colegio porque no sabían que hacer conmigo y a los 10 hice saltar el plan de emergencia municipal por una trastada en el cole. O sea, que algo habrá hecho bien mi “jefa” para que ahora, con 21 años, sea un tipo que lucha por su sueño de ser piloto de motos, que sacrifica muchas cosas que se consideran normales a mi edad (¿fiesta?¿birras?¿qué es eso?), que trabaja casi 12 horas al día de lunes a viernes para pagarse las carreras y ayudar a la familia, y ha aprendido a aguantar la presión sin romper toda la vajilla.»

 

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